Español

“Aquí están mis manos; acerca tu dedo.  Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree” [Juan 20:27].

El encuentro entre Tomás y Jesús no fue sólo para comprobar que Jesús había resucitado, sino también para comprobar que uno puede ser herido y resucitado a la vez.  El cuerpo de Jesús resucitado, glorificado, y transformado todavía llevaba las heridas de su pasión y muerte. 

Pidiendo prestado el título de un libro escrito por el teólogo holandés Henri Nouwen, Jesús se muestra como el Sanador Herido.  Por haber entregado su Espíritu a sus discípulos, Jesús los envió para que ellos también fueran sanadores heridos.  En verdad todos somos sanadores y todos somos heridos…todos somos sanadores heridos.

¿Qué quiere decir?

Pensemos un momento en el movimiento de los Alcohólicos Anónimos.  Unos borrachos se reúnen para apoyar a otros borrachos en dejar de tomar.  ¡Qué tontería!  ¿No?  Pero una persona que no sea alcohólico no entiende la adicción y no entiende el esfuerzo necesario para controlarla.  Otro alcohólico, sí, entiende.  Es decir, uno que comparte la misma herida es el instrumento de sanación—sanadores heridos.

Cuando murió mi papá, mi mamá sacó fuerza e inspiración de otras mujeres que también habían perdido a sus esposos, porque una viuda conoce el dolor y sufrimiento de otra viuda.  Sanadoras heridas.

Uno que duda, como Tomás, y reconoce su duda puede escuchar y aceptar las dudas de otro.  Un padre que recuerda su propia juventud tiene paciencia con un hijo que se mete en problemas.  Una persona que reconoce sus propios errores y fracasos no juzga o condena los errores y fracasos de otros.  Un sacerdote que reconoce su propio pecado tiene compasión de los que vienen para confesar los suyos.  

La 2ª lectura del Viernes Santo dijo lo mismo de Jesús: “No tenemos un sumos sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos, puesto que él mismo ha pasado por las mismas pruebas que nosotros” [Hebreos 4:15].

Uno puede ayudar a sanar, no porque no tiene heridas, sino porque, teniendo heridas, puede tener también paciencia y compasión, mostrar misericordia, apoyar, perdonar, y sanar.

Jesús invita a Tomás a tocar sus heridas para que, en el, todos podamos reconocernos como sanadores heridos.

English

“Put your finger here and see my hands and bring your hand and put it in my side, and do not be unbelieving, but believe” [John 20:27].  

This encounter between Thomas and Jesus was not only to show that Jesus had risen, but also to show that one can be wounded and risen at the same time.  The body of Jesus, risen, glorified, and transformed, still carried the wounds of his passion and death.

Borrowing the title of a book by the Dutch theologian Henri Nouwen, Jesus shows himself to be the Wounded Healer.  Giving the Spirit to his disciples, Jesus sent them so that they too could heal—but as wounded healers.  We are all sent to heal…and we are all wounded…we are all wounded healers.

What does that mean?

Think for a moment of Alcoholics Anonymous.  A bunch of drunks get together to help other drunks stop drinking.  That’s crazy, no?  But a person who is not an alcoholic does not understand that addiction and does not appreciate the effort required to control it.  Another alcoholic, yes, understands.  In other words, one who shares the same wound becomes the instrument of healing—a wounded healer.

When my father died, my mother drew strength and inspiration from other women she knew whose husbands also had died, because a widow knows the pain and sorrow of another widow.  Wounded healers.  

When someone doubts, like Thomas, they can understand and accept the doubts that others have.  When a father recalls his own mistakes in growing up, he can deal more patiently with a son who makes some of the same mistakes.  If a person is honest about their own shortcomings and failings, they are not judgmental regarding the shortcomings and failings of others.  A priest conscience of his own sins can be an instrument of mercy for those who come to confess theirs.

The second reading of Good Friday said the same of Jesus: “We do not have a High Priest who is unable to sympathize with our weakness, but one who was tested in every way that we are” [Hebrews 4:15].

We help to heal others, not because we have no wounds, but because, being wounded ourselves, we understand and can support, forgive, show mercy and compassion, and heal others.

Jesus invites Thomas to touch his wounds so that, in him, we can recognize that we are all wounded healers.