Español
XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)
¿Por qué es tan difícil perdonar? ¿Por qué preferimos vivir con la inquietud guardando rencor en lugar de vivir con la paz de perdonar?
Porque pensamos que perdonar es minimizar, disculpar, o hasta justificar la ofensa del otro: no fue tan malo, por eso perdono. Pero, en la confesión, el sacerdote no dice, “Tu enojo, tu avaricia, tu adulterio…éstos nos son pecados y por eso Dios te perdona.” Al contrario, sí, son pecados, hacen daño a otros y a uno mismo…y Dios perdona. Perdonamos, no porque no hubo ofensa, sino porque no hay manera de reparar la ofensa. Es una deuda que no se puede pagar.
Pensamos que el otro no se merece el perdón, y nuestro rencor es nuestra venganza, es castigar al otro por su ofensa. Pero guardar rencor para castigar al otro es como tomar veneno esperando que el otro se muera. El que sufre es el que guarda rencor. Por eso, el perdón no es tanto para el bien del otro como para nuestro propio bien. Y, ¡nadie se merece el perdón! Nadie se merece algo bueno por haber hecho algo malo. Perdonamos, no porque el otro se lo merece, sino porque es una deuda que no se puede pagar y dejamos de esperar que se pague.
Pensamos que, si perdonamos, nos rendimos a la derrota y que el otro será victorioso sobre nosotros, especialmente si pensamos que perdonar quiere decir aguantar ofensas o abuso. Al contrario, mientras que guardamos rencor, estamos permitiendo que el otro mantenga su influencia, su poder, y su control sobre nosotros. Perdonar es dejar que el otro nos controle. Y perdonar no es aguantar la mala conducta de otro. Si somos víctimas de tal conducta, tenemos todo el derecho de confrontar al otro, protegernos, y hasta escaparnos.
Perdonar es una decisión. Perdonamos cuando dejamos la ilusión que podemos cambiar el pasado, y cuando decidimos por eso que la posibilidad de recrear el futuro es más importante que la imposibilidad de recrear el pasado.
Pensamos: Perdonaré cuando se me hayan ido el enojo y el rencor. Pero esto es tenerlo al revés. El enojo y rencor se irán cuando perdono.
Últimamente, perdonamos para poder recibir el perdón. El corazón es como el puño. Si cierro el puño para agarrar algo, tampoco puedo recibir nada. Si no abro el corazón para perdonar, tampoco se abrirá para recibir el perdón. Pero si abro el corazón para soltar el rencor y perdonar, lo abro también para recibir el perdón.
English
24th SUNDAY IN ORDINARY TIME (A)
Why is it so difficult to forgive? Why do we prefer the inner pain and turmoil of harboring a grudge to the peace that comes with forgiving?
Because we think that to forgive is to minimize, excuse, or even justify the harm done. Really? When someone goes to confession, the priest doesn’t say, “Your anger, your avarice, your adultery…those aren’t sins, so God forgives you.” They are indeed sins and they do harm oneself and others…and God forgives. We forgive, not because there was no offense, but because there is no way of repairing the offense. As in the gospel, it is a debt that cannot be paid.
We think that the one who hurt us doesn’t deserve to be forgiven, and our resentment is revenge and their punishment. But to harbor resentment to punish another is like drinking poison hoping the other person will die. The one who suffers is the one with the resentment. So, forgiveness isn’t so much for the good of the other as for our own good. Of course, the other doesn’t deserve forgiveness! No one deserves something good for having done something bad. We don’t forgive because the other deserves it, but because it is a debt that cannot be paid, and we stop expecting it to be paid.
We think that, if we forgive, we are giving in to defeat and the other has been victorious over us, especially if we think that forgiveness means putting up with offenses or abuse. On the contrary, as long as we harbor resentment, we are giving the other influence, power, even control over us. To forgive is to reclaim control and not let the other control us. And to forgive does not mean putting up with harmful conduct. If we are the victim of others’ mistreatment or abuse, we have every right to confront them, protect ourselves, and leave or escape if necessary.
Forgiveness is a decision. We forgive when we give up the hope of being able to change what happened in the past, and when we decide that the possibility of creating a new future is more important than the impossibility of recreating the past.
We think: when this anger and resentment go away, then I’ll forgive. But it works the other way around: the anger and resentment will go away once I forgive.
In the end, we forgive in order to receive forgiveness. The heart is like a fist. If I close my fist in order to hold onto something, neither can I receive anything. If I do not open my heart to forgive, neither is it open to receive forgiveness. But if I open my heart, let go of anger and resentment, and forgive, then I am also opened to receive forgiveness.