Español
Esta escena navideña está equivocada. Y no hablo solamente de esta escena. Tengo quizás cuatro escenas navideñas en mi casa y todas están equivocadas. ¿Saben por qué? Porque tienen presentes los reyes magos en el pesebre. Pues ¿por qué no?
Es San Lucas quien nos dijo que María y José fueron de Nazaret a Belén, no encontraron lugar en la posada, y por eso Jesús nació y lo colocaron en el pesebre. San Lucas habla de ángeles y pastores, pero no dice nada de reyes magos.
Leímos hoy de San Mateo, que dice que José y María ya vivían en Belén, y cuando visitaron los magos, “entraron en la casa” y presentaron sus regalos [Mateo 2:11]. ¡En la casa! Según Mateo, Jesús nació en la casa familiar en Belén, y al volver de su exilio en Egipto fueron a vivir en Nazaret.
En la casa… ¿Qué quiere decir? Quiere decir que Dios está en casa. Por eso los magos, al descubrir que Dios está en casa, volvieron a sus propias casas, porque allí está Dios.
Pero, Padre Esteban, ¡no! ¡Jesús no nació en casa! Nacerse en casa es demasiado, pues, normal. Jesús nació en el pesebre, en esta escena navideña tan pintoresca, calmante, y pacífica.
Y ciertamente Dios no está en mi casa… Mi casa está sucia, y hay mucho ruido con tantos niños. (¿Cómo si el granero con los animales estuviera limpio y quieto?) En mi casa hay pleitos y gritos. Yo vengo a Misa para escapar de la casa y encontrar a Dios aquí en la iglesia.
Sí, Dios está en casa. La vida de Jesús empezó en casa, igual que nosotros; en casa somos amados desde el primer momento de nuestra existencia; en casa aprendemos a caminar y a hablar, también aprendemos a creer, ser fieles, servir, perdonar, y amar; en casa compartimos alrededor de la mesa—donde dos o tres se reúnen, dijo Jesús; en casa formamos los vínculos de amor a pesar de las peleas, un amor que vence los desacuerdos; nos enojamos más con los que están en casa porque amamos más a los que están en casa. Sí, Dios está en casa.
Pienso en las famosas palabras de San Agustín: “¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba.”
Los magos fueron a Belén, encontraron al niño Jesús, y para presentarle los regalos, entraron en la casa porque Dios vive en casa.
English
This nativity scene is mistaken, and not just this one. I have four nativity scenes at home and each of them is mistaken, as I’ll bet yours are as well. Why are they mistaken? Because they depict the wise men—kings, magi—as visiting Jesus at the manger. What?! But they did!
It is Saint Luke who tells us that Joseph and Mary lived in Nazareth, went to Bethlehem for the census, found no room in the inn, so Jesus was born in a stable and placed in a manger. Luke tells of angels and shepherds but makes no mention of magi.
We read today Saint Matthew’s version, in which he says that Joseph and Mary already lived in Bethlehem and that when the magi arrived, “on entering the house,” saw Jesus and presented him their gifts. The found Jesus at home! Matthew then tells us that after fleeing to Egypt and returning, Jesus’s family went to live in Nazareth, where he finished growing up.
“On entering the house…” What does that mean? It means Jesus is to be found at home! The magi, discovering this truth, returned to their homes, because God is to be found at home.
But, Father Steve, no! Being born at home is too, well, normal. Jesus was born in a stable! We like the stable! It’s quainter and more soothing and peaceful.
Besides, our house is dirty and noisy! (As if the stable full of animals were clean and quiet?) In my hose there are arguments and yelling. I come to Mass to get out of the house and find God here in church!
But yes, God is at home. Jesus was born into a family just as we are. At home is where life begins; at home is where we are loved from the first moment of our existence; at home is where we learn to walk and talk, but also to believe, to be faithful, to serve, to forgive, and to love; at home is where two or three are gathered around the dinner table, and as Jesus promised, he is there at home is where we forge bonds of love that survive despite those arguments, a love that conquers those disagreements; we get the angriest with those at home because those at home are also the ones we love the most. Yes, God is at home.
I think of Saint Augustine’s famous words: “Late have I loved you, beauty so old and so new: late have I loved you. And see, you were within and I was outside and sought you there.”
The magi went to Bethlehem, found the child Jesus, and to present him their gifts, entered their house, because God is to be found at home.