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III DOMINGO DE PASCUA (A)

26 de abril de 2020

“Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel…” [Lucas 24:21].

Los sueños de los discípulos fueron crucificados junto con Jesús aquel viernes santo.  Sueños, ilusiones, esperanzas de libertad, de gloria, de paz, de felicidad.  Sueños que, en aquel momento, quedaron destruidos para nunca ser realizados, y los discípulos quedaron desilusionados.

Hay tiempos en nuestras vidas cuando nuestros sueños también quedan quebrantados, y nosotros también quedamos desilusionados.      

Nuestras ilusiones y sueños son lo que nos motiva en la vida, lo que nos da ánimo para seguir adelante, esperando lograrlos.  Por eso, ser desilusionados nos desanima, nos duele.

Hay muchos ejemplos actuales de sueños pospuestos o aun cancelados: Semana Santa, bodas pospuestas, funerales con solamente 10 personas, bautismos de catecúmenos, graduaciones canceladas o pospuestas, primeras comuniones, la Confirmación…sin mencionar perder el trabajo y con el trabajo, dinero y todo lo que el dinero puede comprar…

Preferimos el sueño, claro, y la realidad es dura.  Todo debe ir como queremos, como lo tenemos planeado…y, por otra parte, pensamos que, si creo, si amo a Dios y cumplo con los mandamientos, Dios cumplirá mis esperanzas en la forma en que quiero.

“Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel…”

La ironía es Jesús sí fue el libertador de Israel.  En verdad cumplió las esperanzas de estos discípulos, pero no en la forma en que ellos habían esperado.  Jesús les abrió los ojos para que entendieran que él sí había cumplido sus esperanzas, aunque no en la forma esperada. 

Y esto es nuestro desafío también: reconocer que Dios cumple sus promesas y realiza nuestras esperanzas, pero no en la forma en que hemos planeado.  Entonces, la pregunta es: ¿Podemos aceptar la realidad, reconocer la presencia y acción de Dios en esta nueva realidad, cooperar con Dios—o seguimos desilusionados y desanimados?

“Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel.”  Palabras de duda convertidas en palabras de fe.  Jesús es, de verdad, nuestro libertador.  

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THIRD SUNDAY OF EASTER (A)

April 26, 2020

“We were hoping that [Jesus] would be the one to redeem Israel” [Luke 24:21].

The dreams of the disciples were crucified along with Jesus that first Good Friday.  Dreams of freedom, hopes for peace and happiness.  Dreams they thought, in that moment, would never be fulfilled, and the disciples were left disillusioned and disheartened.

Our dreams are our plans for our lives, and the hope of fulfilling those dreams is what motivates us in life.  So, when those dreams are dented or broken, we too will feel disillusioned, dispirited, maybe even depressed.

We are living in a time of disillusionment.  We missed Holy Week, adult baptisms have to wait, weddings have been postponed, graduations postponed and even cancelled, First Communions and Confirmation postponed, funerals with only ten people…not to mention the loss of work and income and the anxiety that produces.

We prefer our dreams to reality.  Reality can be hard to take.  Things are supposed to go as we plan—as we want—and we even think that if we believe, love God, and keep the commandments, God will cooperate with us in fulfilling our plans in our own way.

“We were hoping that he would be the one to redeem Israel.”

The irony is that Jesus was the one to free Israel.  Jesus did indeed fulfill the hopes and dreams of these disciples, but not in the way they thought he would.  Jesus had to open their eyes to see that their hopes were not misplaced, even if they were not fulfilled as they had expected.

And that is our challenge as well: to recognize that God does fulfill our hopes, though not in the way we would have thought or planned.  The question then becomes: Can we accept reality over our dreams?  Can we recognize the presence and action of God in that reality, and will we cooperate with God?  

“We were hoping that [Jesus] would be the one to redeem Israel.”  Words first spoken in doubt and disillusionment became a proclamation of faith: Jesus is, indeed, the one who redeems us.