En estos días en que no podemos reunirnos para la Eucaristía para escuchar la palabra de Dios y compartir la cena del Señor, espero que muchos pasen algún tiempo leyendo las lecturas del domingo (y de cada día) para un tiempito de oración y meditación.  En el evangelio de hoy—cuarto domingo de Cuaresma, ciclo A—leemos de un hombre nacido ciego a quien Jesús da tanto la vista de sus ojos como la vista de la fe. Favor de leer el evangelio (Juan 9:1-41), hagan su propia meditación por unos minutos, y después, consideren estos puntos también:

  • El hombre nacido ciego es el tipo o símbolo de todos nosotros al empezar el viaje de nuestras vidas: empezamos ciegos y poco a poco desarrollamos la vista
  • Buscar los culpables del sufrimiento humano es malgastar su tiempo
  • El hombre ni pide ser sanado; Jesús ofrece el don y él lo acepta
  • Las autoridades religiosas en aquel tiempo—como muchas veces hoy en día también—se preocupan de las reglas y el control, su autoridad y una teología correcta más que de las necesidades de la gente
  • Muchas personas llegan a sus conclusiones antes de ver la verdad frente a sus ojos, como, sin conocer al hombre nacido ciego, lo juzgaron como pecador que no tenía credulidad con ellos
  • Creer en Jesús y amarlo vienen después de la sanación; tener una fe perfecta nunca es requisito para que Dios obre en nuestras vidas
  • La espiritualidad se trata de la vista; el pecado es la ceguera
  • El que poco sabe, aprende mucho; el que (piensa que) ya sabe todo, no aprende nada

Sigamos cuidándonos a nosotros mismos y a otros por tomar las precauciones contra el coronavirus.  No estemos ciegos al peligro, ni a la necesidad de cumplir con lo que nuestros líderes del estado y de la Iglesia nos piden para el bien de nuestra salud.  Que Dios nos bendiga, nos guarde de todo mal, y nos lleve algún día a la vida eterna.

Padre Esteban