Español
XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)
El libro de Deuteronomio dice del pueblo de Israel: “Tú eres un pueblo santo y consagrado al Señor, tu Dios. El Señor te ha elegido de entre todos los pueblos que hay sobre la tierra…” [14:2].
¿Por qué eligió Dios a Israel? Porque quería—amaba—el pueblo de Israel. ¿Para qué escogió a Israel? Dios eligió a Israel para que lo conociera como el Dios verdadero y para que lo revelara al mundo.
Ser elegido por Dios fue un privilegio, pero Dios no lo eligió para el privilegio, sino para cumplir con una responsabilidad.
El profeta Isaías criticó al pueblo como de Jesús criticó a los sumos sacerdotes y ancianos en el evangelio por aceptar el privilegio sin aceptar la responsabilidad. Isaías condenó al pueblo por no producir los frutos deseados, y Jesús condenó a los elegidos porque no compartieron los frutos que produjeron.
Ésta es la tentación de todos los elegidos, sean del gobierno, de la iglesia, o de la familia. Ser elegido es un privilegio, pero no somos elegidos para el privilegio.
Ser elegido o por Dios o por otras personas, quiere decir que el otro nos respeta y tiene confianza en nosotros. Ser elegido es un privilegio. Ser elegido también quiere decir que tenemos un oficio o puesto o papel de influencia y podemos hacer una diferencia en la vida de otros. Ser elegido es una responsabilidad.
Cada escándalo en el gobierno, en la Iglesia, en una familia brota del abuso del privilegio. Los elegidos piensan que las reglas no aplican a ellos, o que pueden hacer lo que quieren porque no van a sufrir las consecuencias como otros, o se aprovechan de su puesto u oficio para conseguir para sí mismos el poder, la fama, el dinero, el placer.
Todos somos elegidos. En el bautismo Dios nos eligió para trabajar en la viña. Algunos siembran, algunos cultivan, algunos cosechan, algunos cavan el lagar…o, mejor dicho, a veces sembramos, a veces cultivamos, a veces cosechamos, y a veces trabajamos en el lagar.
Somos esposos y esposas, padres y madres, maestros, sacerdotes, trabajadores, coordinadores, servidores…tenemos distintos trabajos, pero el fin es igual: producir los frutos que Dios desea.
¿Qué frutos? Como nos dijo San Pablo hoy: “Lo que es justo y puro, amable y honroso, todo lo que sea virtud y merezca elogio…” [Filipenses 4:8]. O, como dice Isaías, la justicia…también la compasión, la misericordia, y el amor.
Ser elegido es un privilegio, pero no somos elegidos para el privilegio. Ser elegido es un privilegio y una responsabilidad.
English
27th SUNDAY IN ORDINARY TIME (A)
The book of Deuteronomy says of the people of Israel: “You are a holy people, and God has chosen you to be his treasured people from all the nations of the earth” [14:2].
Why did God choose Israel? Because God loved Israel! Why—for what purpose—did God choose Israel? God chose Israel so that they would know the true God and reveal the true God to the world.
To have been chosen by God was a privilege, but God did not choose them for privilege. The prophet Isaiah criticized the people of his day for not producing the desired fruit, and Jesus criticized the chief priests and elders of his day for not sharing the fruit produced.
Both Isaiah and Jesus condemn the “chosen ones” for enjoying their privilege but ignoring their responsibility. To be chosen is a privilege, but we are not chosen for privilege.
To be chosen, whether by God or another, means the other respects us, has confidence in us, and that is a privilege. And having been chosen, we are in a position of influence to make a difference in the life of another, and that is a responsibility.
Every scandal in government, Church, or family is an abuse of that privilege. The “chosen ones” think the rules no longer apply to them, or that they can go around the rules because there won’t be any consequences, or they take advantage of their position to accumulate power, control, fame, money, pleasure.
We are all chosen, and being chosen is both a privilege and a responsibility.
In baptism, God chose us to work in the vineyard. Some clear the stones, some plant the vines, some cultivate, some hew out the winepress, and some harvest the grapes…or, better said, sometimes we clear, sometimes we plant, at times we cultivate and at times we harvest. We are husbands and wives, mothers and fathers, older brothers and sisters, teachers, priests, coordinators… Regardless of our role—what work we do—the goal is the same: to produce the fruits God desires.
What fruits? Saint Paul says, “Whatever is true, whatever is honorable, whatever is pure, lovely, gracious, worthy of praise…” [Philippians 4:8]. Isaiah adds “justice,” and we can add service, compassion, mercy, and love.
To be chosen is a privilege, but we are not chosen for privilege. To be chosen is a privilege and it is also a responsibility.