Español
XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)
El tema de las lecturas de hoy es muy obvio: la reconciliación con uno que ha pecado o que nos ha ofendido. Es un proceso delicado y difícil, pero uno que vale la pena intentar si es que en verdad deseamos tal reconciliación.
Lo que me impactó, tanto en lo que dijo Ezequiel en la primera lectura como lo que dijo Jesús en el evangelio es reconocen la posibilidad de fracasar.
No hay garantía de éxito porque no podemos controlar al otro. El otro está libre a decir “no.” Es decir, intentar la reconciliación es un riesgo, y el miedo de fracasar puede impedirnos intentarla.
Es difícil dejar libre al otro. Guardamos celosamente nuestra propia libertad —quiero estar libre a hacer lo que yo quiero—¡pero lo que quiero es que el otro haga lo que yo quiero!
Ezequiel y Jesús nos enseñan tanto la importancia de buscar la reconciliación como la importancia de dejar libre al otro. Dicen, “Haz lo que puedas, y si has hecho bien tu parte y el otro no responde, allí déjalo.” Si es difícil buscar la reconciliación, es más difícil todavía aceptar el “no” del otro.
El gozo y la alegría de una amistad o un amor es que otro libremente ha dicho “sí” a nosotros, y que nos ha aceptado, nos ha querido y amado, pero qué dolor y tristeza si el otro dice que “no,” y no responde como queremos.
La tentación es forzarle a otro a decir “sí” por tratar de controlar al otro, o castigar al otro por no decir “sí” por el maltratamiento o el abuso.
Pero un “sí” no es verdaderamente libre si el otro no está libre a decir “no.” Si uno ni está libre a decir “no,” el “sí” tampoco es libre.
Debemos entender que la verdadera libertad cristiana no consiste en poder hacer lo que yo quiero, sino ser libre de lo que me impide amar, ser libre de lo que me esclaviza o me encadena, ser libre de mi pecado, libre del odio, de los celos, del rencor, de la avaricia, del prejuicio, de los vicios, de la adicción.
Libres de todo esto, estamos libres a amar de verdad, y, como nos dijo Pablo, el amor es una deuda que debemos a todos, porque “cumplir perfectamente la ley consiste en amar.”
English
23rd SUNDAY IN ORDINARY TIME (A)
The theme of today’s readings is obvious: reconciliation with one who has sinned or who has offended us. Reconciliation is a delicate and difficult process, but one that is worth the effort, presuming we truly desire such reconciliation.
What struck me, however, is that both Ezekiel in the first reading and Jesus in the gospel recognize the possibility of failure.
There is no guarantee of success because we do not control the other. The other is free to say “no.” To attempt reconciliation is a risk, and the fear of failure can keep us from even attempting reconciliation.
It is hard to allow another to be free. We jealously guard our own freedom—I want to be able to do what I want—but what I want is that the other do what I want!
Ezekiel and Jesus teach us both the importance of seeking reconciliation and the importance of allowing the other to be free. They say, “Do what you can, and when you have done your part the best you can and the other doesn’t respond, leave it there.” If it is difficult to seek reconciliation, it is more difficult still to accept another’s “no.”
The joy of any friendship or love is that another has freely said “yes” to us, that they have accepted us, care about us, and love us, and the pain and sorrow in any relationship is when the other says “no” and does not respond as we wished they would.
The temptation is to try to force the other to say “yes” by seeking to control them or to punish the other for not saying “yes” by mistreating or even abusing them.
But a “yes” is not truly free if someone is not also free to say “no.” If someone is not free to say “no,” neither is their “yes” free.
We ought to understand that true Christian freedom does not consist in being able to do what we want. It is rather being free from what keeps us from being able to truly love, being free from what enslaves or chains us, free from sin, free from hatred, from jealousy, from resentment, from greed, from prejudice, from vices, from addiction.
Free from all of that, we are free for love, and as Paul just told us, love is a debt we owe everyone, for “love is the fulfillment of the law.”