Esapañol
XVI DOMINGO ORDINARIO (A)
19 de julio de 2020
Supuestamente todos creemos en un solo Dios, pero varias personas tienen ideas tan distintas de Dios que nos parece que hay varios dioses. Por ejemplo, frente al pecado, algunos dicen que “Dios es misericordioso,” mientras que otros dicen, “Sí, pero Dios es justo.” Un Dios misericordioso perdona; un Dios justo castiga. Pero ¿qué dijo la primera lectura?
El libro de la Sabiduría dijo que Dios, “Señor de todos,” es “misericordioso con todos”; que el “dueño de la fuerza” juzga con misericordia y nos gobierna “con delicadeza,” porque “el justo debe ser humano,” y Dios da al pecador “tiempo para que se arrepienta.”
Entonces, no es que o Dios es justo o Dios es misericordioso, sino que Dios es misericordioso precisamente porque es justo. Su justicia brota en misericordia.
San Pablo—la segunda lectura—dice que ni sabemos rezar como debemos. Si no sabemos hacer algo tan básico como rezar, ¿cómo responde Dios? No se preocupen, dice Pablo. El Espíritu nos ayuda, intercede por nosotros, y Dios entiende. Sí, Dios entiende. ¿Entendemos nosotros?
Jesús enseña otra parábola fantástica. La semana pasada mencioné que un verdadero sembrador jamás malgasta la semilla, tirándola como él. Hoy podemos decir que un verdadero ranchero jamás permitiría que la cizaña—una maleza venenosa—creciera junto con el trigo, arriesgando la cosecha. Pero Dios no es un cualquier ranchero. Déjenlos crecer juntos, y al final, Dios separará los dos.
¿De veras? ¿Debemos dejar la cizaña? ¿No arrancar la debilidad y las flaquezas de nuestras vidas?
Claro que Jesús no quiere que nos rindamos a nuestra debilidad, pero aparentemente, sirve un buen propósito. Sólo al reconocer nuestras debilidades podemos reconocer nuestra necesidad de Dios. Reconocer nuestras propias debilidades nos guarda del orgullo y de creernos justos. Reconocer nuestras debilidades hace posible aceptar las debilidades de otros y no criticarlos o condenarlos. Y nuestras debilidades y fracasos pueden enseñarnos lecciones valiosas en la vida.
No hay un Dios justo y un Dios misericordioso. El único Dios responde a nuestra debilidad y nuestro pecado con misericordia, y nos acepta, nos perdona, nos fortalece, y nos ama…por ser tanto justo como misericordioso.
English
15th SUNDAY IN ORDINARY TIME (A)
July 19, 2020
We all say we believe in one God, but people’s images of God are so different that sometimes it seems like there is more than one God. For example, in responding to our sinfulness, some say, “God is merciful,” while others say, “Yes, but God is just.” A merciful God forgives; a just God punishes. But what did the first reading tell us?
The book of Wisdom said that the God, the master of all things, is lenient to all; that “those who are just must be kind.” In other words, God’s justice permits repentance for sin. God is not either just or merciful, rather, God is merciful precisely because God is just.
Saint Paul—the second reading—say bluntly that we don’t even know how to pray. Wow! If we can’t even get that right, what hope is there for getting anything else right? How does the all-powerful God respond to that? Not to worry, says Paul. The Spirit comes to our aid and intercedes for us; God is merciful and God understands. Yes, God understands. Do we?
Jesus—the gospel—tells another startling parable. I mentioned last week that no farmer in his right mind would throw seed around like the sower of the parable, and today we could say that no farmer in his right mind would let weeds—especially the somewhat poisonous weeds Jesus has in mind—grow among the wheat and risk destroying the harvest. Except that God is no ordinary farmer. Let them grow together, he says, and God will sort things out in the end.
Really? Don’t get rid of the weeds? Don’t get rid of our weakness, our mistakes, our shortcomings?
Certainly, Jesus doesn’t want us to indulge our weaknesses, but they do serve a purpose. In acknowledging our weakness, we are also acknowledging our need for God. Acknowledging our weakness keeps us from being prideful. Accepting our own weakness enables us to accept the weakness of others without judgment or condemnation. And our weaknesses and mistakes can teach us valuable life lessons.
There is not a just God and a merciful God. The only God responds to our weakness and sinfulness with mercy, and accepts us, forgives us, strengthens us, and loves us…because God is both just and merciful.