Español
XIII DOMINGO ORDINARIO (A)
28 de junio de 2020
“El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. El que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí” [Mateo 10:37]. Palabras muy fuertes, y éstas no son las únicas palabras de Jesús que aparentemente menosprecian la familia.
¿Qué hacemos con estas palabras? ¿Qué es el punto o la lección que Jesús quiere enseñarnos?
Decimos que la sangre es más espesa que el agua. Es decir, que no hay vínculos tan fuertes como los vínculos de sangre—de familia. Esto es lo que Jesús está negando. Hay vínculos más fuertes y santos: los vínculos de amor.
Jesús no idealiza la familia. La misma Biblia nos relata las faltas y los pecados de la familia: Caín mató a su hermano Abel; Abraham tuvo hijo con su sirvienta; David cometió adulterio, mató al esposo de su amante, y después de casó con ella; Juan Bautista fue ejecutado por Herodes por haberlo condenado por haberse casado con su cuñada.
Así es la familia bíblica…
Jesús estaba bien enterado de que los vínculos de sangre no garantizan vínculos de amor.
En la familia aprendemos a hablar, tanto palabras de cariño como las maldiciones. En la familia aprendemos a servir o a ser servidos. La gran mayoría del abuso emocional, sexual, y físico sucede en la familia. En la familia aprendemos a amar sin condiciones o con condiciones.
Los vínculos de sangre no garantizan vínculos de amor.
Aquí puedo hablar muy personalmente. Como ustedes saben, tengo dos hijos adoptivos, y eran elegibles para la adopción porque fallaron los vínculos de sangre. Ahora tengo dos hijos, 13 nietos, y 6 bisnietos, y hay mucho amor en nuestra familia, pero no hay ni una sola gota de mi sangre en ninguno de ellos.
Jesús está diciendo que amar a él y amar como él debe ser la medida de nuestras vidas y nuestras relaciones—todas nuestras relaciones, sean de la familia o no.
No escogemos nuestra familia de nacimiento, pero sí podemos escoger el amor. Los vínculos de sangre son buenos e importantes, y tienen gran impacto e influencia en nuestras vidas—para el bien o para el mal.
Ojalá que los vínculos de amor acompañen los vínculos de sangre, pero de los dos, los más importantes son los vínculos de amor. Y aunque existen estos vínculos en nuestras familias o no, deben existir en la comunidad cristiana.
English
13th SUNDAY IN ORDINARY TIME (A)
“Whoever loves father or mother more than me is not worthy of me, and whoever loves son or daughter more than me is not worthy of me” [Matthew 10:37]. Strong words, and this isn’t the only occasion when Jesus seems to downplay the importance of family.
What are we to make of these words? What is Jesus trying to teach us?
We say that blood is thicker than water. In other words, there are no bonds in life stronger than the bonds of blood—of family. This is what Jesus is denying! There are stronger—and holier—bonds: bonds of love.
Jesus does not idealize the family. The Bible itself is full of examples why: Cain killed his brother Abel; Abraham had a son with Hagar, his servant; David committed adultery with Bathsheba, had her husband killed, then married her; John the Baptist was executed because he condemned Herod for having married his sister-in-law.
So much for the biblical notion of family.
Jesus was very aware that the bonds of blood do not guarantee bonds of love.
In our family we learn to talk, and we learn both words of affection and swear words. In family we learn to serve others or to serve ourselves. The great majority of abuse—emotional, sexual, and physical abuse—occurs in the family. In family we learn to love unconditionally or with conditions.
The bonds of blood do not guarantee bonds of love.
Here I can speak very personally. As you know, I have two adopted sons. Why were they eligible for adoption? Because the bonds of blood failed them. Now I have two sons, 13 grandchildren, and six great- grandchildren, and there is much love in our family but there is not one drop of my blood in any of them.
Jesus is saying that to love him and to love like him is to be the standard or measure of all of our relationships, whether they are family relationships or not.
We do not choose our families of birth, but we do choose to love. The bonds of blood are good and important, and they have an incredible influence and impact in our lives—both for good and for bad.
Would that bonds of love always accompanied the bonds of blood, but of the two, the more important are the bonds of love. And whether or not those bonds exist in our families, they should exist in our Christian community.